Los fragmentos de las primeras rocas de la Tierra, conservados sin cambios en las profundidades del manto hasta que fueron expulsados por las erupciones volcánicas, sugieren que nuestro planeta ha tenido agua desde el principio.

De ser así, aumenta la probabilidad de que el agua -uno de los requisitos clave para la vida- pueda ser también nativa de otros planetas.

El origen del agua de la Tierra ha sido durante mucho tiempo un misterio para los científicos planetarios, ya que el joven sol habría ardido lo suficiente como para vaporizar cualquier hielo que estuviera presente cuando el polvo se fusionó para formar nuestro planeta.

Por ello, los científicos suponen que la Tierra recién nacida se formó a partir de material seco y adquirió su agua mediante el bombardeo de objetos procedentes de zonas heladas más lejanas del sistema solar.

Los geólogos pueden rastrear la procedencia del agua dentro del sistema solar estudiando la proporción entre el deuterio, también conocido como hidrógeno pesado, y el hidrógeno normal en las moléculas de agua, ya que las distintas fuentes tienen proporciones diferentes.

Para medir las proporciones del agua de la Tierra primitiva, un equipo dirigido por Lydia Hallis, científica planetaria que actualmente trabaja en la Universidad de Glasgow (Reino Unido), recurrió a las rocas basálticas volcánicas de la isla de Baffin, en el ártico canadiense.

Estas rocas contienen diminutas inclusiones vítreas que parecen haberse conservado en las profundidades del manto durante unos 4.500 millones de años, lo que las hace casi tan antiguas como el propio planeta.

Proporción de rocas

Estas rocas primitivas contenían sorprendentemente poco deuterio: una proporción casi un 22% menor que en el agua de mar actual. Esto apunta a una fuente muy pobre en deuterio, dice Hallis.

Esto descarta probablemente el bombardeo de meteoritos como fuente de agua, ya que su proporción de isótopos de hidrógeno suele ser mayor que la encontrada en las antiguas inclusiones, afirma Hallis.

En cambio, la proporción sugiere que el agua debe haberse originado en la nube de polvo de la que se condensaron originalmente el Sol y los planetas.

Estudios teóricos recientes han descubierto que algunas moléculas de agua podrían haberse adherido firmemente a las partículas de polvo que se fusionan, incluso en las condiciones de calor de la formación de la Tierra, pero el estudio de Hallis es el primero que aporta pruebas fácticas firmes.

Queda cierto margen para la duda debido a la mezcla en las antiguas inclusiones de Hallis, dice Horst Marschall, geocientífico de la Institución Oceanográfica Woods Hole de Massachusetts.

Pero si Hallis tiene razón, es probable que otros planetas de nuestro sistema solar -y de otros lugares de la galaxia- se hayan formado con agua presente desde el principio. «Eso haría que los mundos habitables fueran mucho más probables», dice Marschall.

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